siempre
Así las cosas, o no…
Siempre son demasiadas cosas las pensadas, en comparación con las sucedidas. Pero el problema no es ese, es que no suceda algo no pensado. Una tendencia a no darse cuenta de lo que ya es sabido, no tenerlo en consideración.
Siempre hay opción, pero resulta que esta se esconde entre dudad de esfuerzo, consecuencias paralelas y posible sufrimiento. Hay veces en que por ello no hay opción. La cobardía sabia que se retuerce y por el otro lado es mezquindad. Ya entiendo la base del determinismo.
Siempre ocurre que la esperanza triunfa. Cuando aparentemente no lo hace no es porque se haya rendido. Ha nacido la esperanza de que no quede ninguna. La desolación pertenece al estatismo de las estatuas, y a la falta de esa futilidad hermosa que te hace ver por detrás de la esperanza. Sin más, sin nada más, nunca más nada.
Siempre gente detrás. Llamarlo sociedad, tergiversarlo a vacuidad. Demasiado blindada la expresión de sus caras que son la mía. Ceguera velada por un manto de terciopelo supurante. La bilis, la miel, el semen, el vino, la sangre y la saliva en ningún sitio se pueden diferenciar, solo saben diferente, mas todo es porque la lengua tiene estados de animo.
Siempre suavidad. Que duro todo lo que se desplaza y escurre entre las personas. Necesidad imperiosa de que las cosas no pesen para discurrir sobre las tumbas. Bañadas de aceite denso y oscuro para que resbalen entre tu y yo. A ese otro yo le gusta que le raspen y arañen. No decir que existe para nada es humildad, es supervivencia.
Siempre paredes pintadas de engaños. El pintor ya dijo una vez que la mejor de sus creaciones fue proclamar que hay diferencia entre la mentira y la verdad, que existen los engaños como tal, que es contradictorio vivir de tu falsedad. ¿Quién fue el que invento este juego cruel? No poder ignorar la necedad de tener que tocar la realidad, ella, un sueño.
Siempre fe. La libertad. La creencia como una alquimia burlesca que torna el plomo hierro solo con susurrártelo al oído. Pregunto: ¿Qué puede ser más material? ¿Qué el plomo quiera ser oro o que yo necesite saber esa posibilidad? Yo como mi mundo, y este apoyado en los cimientos volátiles de lo que necesita y toma del exterior. Bastedad de un universo que se queda en la próxima esquina.
Siempre demasiado tiempo como gritos callados. Siempre demasiados siempre, aunque no tanto como la necesidad de que exista la palabra siempre. Reducido se queda en que para vivir es vital dejar rodeada alguna figura con una cuerda de finas hebras. Es poder ignorar conceptos de tu vida que tan pronto son alegrías o miserias, solo con querer saber de ellos de una manera u otra, más ellos no son sugestivos sino sugestionables. En el fondo siempre puedes ser quien quieras ser, la oportunidad te la brinda el agridulce cinismo de ti.
Siempre son demasiadas cosas las pensadas, en comparación con las sucedidas. Pero el problema no es ese, es que no suceda algo no pensado. Una tendencia a no darse cuenta de lo que ya es sabido, no tenerlo en consideración.
Siempre hay opción, pero resulta que esta se esconde entre dudad de esfuerzo, consecuencias paralelas y posible sufrimiento. Hay veces en que por ello no hay opción. La cobardía sabia que se retuerce y por el otro lado es mezquindad. Ya entiendo la base del determinismo.
Siempre ocurre que la esperanza triunfa. Cuando aparentemente no lo hace no es porque se haya rendido. Ha nacido la esperanza de que no quede ninguna. La desolación pertenece al estatismo de las estatuas, y a la falta de esa futilidad hermosa que te hace ver por detrás de la esperanza. Sin más, sin nada más, nunca más nada.
Siempre gente detrás. Llamarlo sociedad, tergiversarlo a vacuidad. Demasiado blindada la expresión de sus caras que son la mía. Ceguera velada por un manto de terciopelo supurante. La bilis, la miel, el semen, el vino, la sangre y la saliva en ningún sitio se pueden diferenciar, solo saben diferente, mas todo es porque la lengua tiene estados de animo.
Siempre suavidad. Que duro todo lo que se desplaza y escurre entre las personas. Necesidad imperiosa de que las cosas no pesen para discurrir sobre las tumbas. Bañadas de aceite denso y oscuro para que resbalen entre tu y yo. A ese otro yo le gusta que le raspen y arañen. No decir que existe para nada es humildad, es supervivencia.
Siempre paredes pintadas de engaños. El pintor ya dijo una vez que la mejor de sus creaciones fue proclamar que hay diferencia entre la mentira y la verdad, que existen los engaños como tal, que es contradictorio vivir de tu falsedad. ¿Quién fue el que invento este juego cruel? No poder ignorar la necedad de tener que tocar la realidad, ella, un sueño.
Siempre fe. La libertad. La creencia como una alquimia burlesca que torna el plomo hierro solo con susurrártelo al oído. Pregunto: ¿Qué puede ser más material? ¿Qué el plomo quiera ser oro o que yo necesite saber esa posibilidad? Yo como mi mundo, y este apoyado en los cimientos volátiles de lo que necesita y toma del exterior. Bastedad de un universo que se queda en la próxima esquina.
Siempre demasiado tiempo como gritos callados. Siempre demasiados siempre, aunque no tanto como la necesidad de que exista la palabra siempre. Reducido se queda en que para vivir es vital dejar rodeada alguna figura con una cuerda de finas hebras. Es poder ignorar conceptos de tu vida que tan pronto son alegrías o miserias, solo con querer saber de ellos de una manera u otra, más ellos no son sugestivos sino sugestionables. En el fondo siempre puedes ser quien quieras ser, la oportunidad te la brinda el agridulce cinismo de ti.
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